LA ANTIGUA GUATEMALA,

ETERNA FUENTE DE TRADICIÓN CUARESMAL…

 

                            Por  MANUEL ANTONIO ESTRADA ORTIZ

 

Y nuevamente los impávidos balcones, las sollozantes cúpulas, los silenciosos monumentos, en el marco de tres sigilosos guardianes, serán testigos de una época en la que el viento se torna difuso por el incienso y el eco de sublimes notas musicales capaces de conmover el inconciente colectivo durante las fastuosas honras fúnebres de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo,  que año con año se conmemora en La Ciudad de Santiago de Guatemala –hoy La Antigua Guatemala-, eterna fuente de tradición cuaresmal.

 

Ah!... La Antigua Guatemala… ciudad en Rodembach dormida, dormida en el tiempo. La que en cada esquina atrapa una leyenda, la que envuelve las costumbres y tradiciones en vestigios centenarios que han permanecido firmes ante su turbulento suelo.   Ciudad de imponentes templos que acogen tiernamente la Cuaresma y Semana Santa y la transforman en testimonio vivo de aquellas palabras bíblicas que dicen:    “Pues tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único,  para que todo aquel que crea no muera, mas tenga vida eterna”…

La cuaresma en la Emérita ciudad es como un solemne cortejo procesional que lleva inmerso el fervor católico por doquier.  Uno solo.   Es como una sola alfombra multicolor;      es como un solo huerto, que junto con el incienso engendra un aroma único;   es como una sola marcha fúnebre que enternece el corazón y estremece el alma.   Es como un solo decorado del andas, que presenta la imagen más importa, la imagen de Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

 

La Cuaresma en La Antigua Guatemala es como una sola herencia,  única y viva.   Inicia desde muy temprano, la mañana de un somnoliento miércoles que nos hace reflexionar sobre nuestro origen y nuestro destino, que polvo somos y al polvo hemos de volver…      Y culmina con un radiante domingo que nos hace recordar el cumplimiento de la promesa del Salvador, su resurrección.

La Cuaresma en la Benemérita ciudad, transcurre en un clima de templanza y armonía en el que cada elemento,  desde la majestuosidad de un andas procesional, hasta una taza de batido, tienen un toque de singularidad, que hacen a la ciudad de las perpetuas rosas, única ante el mundo.

 

En La Antigua no importa la distancia, ya sea para las velaciones y las procesiones en cualquier día de la semana;   son miles de feligreses los que acuden a los templos como sedientos del amor de Dios.     Desde San Felipe hasta la Catedral, desde Santa Catarina hasta Santa Inés,   desde Jocotenango hasta Santa Ana,   desde San Bartolomé Becerra hasta La Merced;   desde San Cristóbal hasta San Francisco y nuevamente desde San Felipe de Jesús  hasta la Escuela de Cristo, culminando en el Templo de San Pedro.

 

Guatemaltecos y extranjeros, hombres y mujeres, ancianos, niñez y juventud, acuden al llamado del sombrío tañer de las campanas que se asemeja a una jacaranda  que poco a poco diluye sus florecillas de amor.

La Cuaresma en La Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago, es evocar la figura impetuosa de un Quirio Cataño, un Carlos Bolaños, de un Pedro de Mendoza o de un Alonso de La Paz, quienes con un corazón ufano, con una mente desnuda, con unas manos sensibles, como desdibujadas en el tiempo, han perpetuado para la historia la imagen apacible de Jesucristo…  torturado y atormentado, abatido y arrodillado, sacrificado y crucificado,    penitente…   yacente…   pero amado…

 

Y qué decir de la imagen de María,   la Madre de Dios, cuya mirada sollozante penetra como un puñal el interior de un pueblo que muchas veces ha visto desmoronar su propio corazón.   Mirada sublime y amorosa, capaz de irradiar la paz en lo más recóndito de nuestro ser.

 

La Cuaresma en el Monumento Colonial de América, es como una sola velación, permanente y sombría que, al sonar de las fúnebres notas, irradiadas de la inspiración de un Alberto Velásquez Collado o de un Manuel Antonio Ramírez Crocker entre muchos otros,   el murmullo silencioso de la gente se desvanece ante el imponente mensaje de la salvación.

La Cuaresma en la Primera Capital Cultural de Guatemala, es como una alfombra multicolor, cuyo serrín de colores aviva con flores y frutos, pino y corozo , la creatividad del antigüeño, que no importando el tiempo se desvela para hacer de la misma una ofrenda de fe a los ojos de Dios y una obra de arte para los ojos del mundo.

 

La Cuaresma en La Antigua Guatemala es una evocación de la extraordinaria gastronomía guatemalteca, en la que no puede faltar el batido, los panes con pollo, las empanadas, el fresco de súchiles, los algodones de azúcar… creando un toque de olor y sabor cien por ciento original.               Es como una procesión infantil, alegre y enternecedora como la de la Catedral, sumisa y tierna como la de Santa Ana, vivaz e innovadora como la de San Bartolomé,  sublime y sigilosa como la de La Escuela de Cristo,  imponente y perseverante como la del Templo de  La Merced.

La Cuaresma en La Ciudad Amiga de La Paz, es como llegar a la morada de Dios un Jueves Santo, donde el mismo Cristo nos invita  a seguir el rito en su memoria.   Es llegar y participar de santos actos…     es llegar y fijar la mirada en el lugar que cobija la imagen del Pan Vivo, prisionero únicamente por predicar el amor…             Es como un viernes santo en el que el sereno permanece en vigilia.    Es recorrer las calles de la antañona ciudad, admirando como sus calles se convierten en una alfombra multicolor como la cultura guatemalteca.      Es despertar por el galope de corceles, sonido de trompetas y tambores y la voz inflexible que anuncia la Sentencia de Jesús.      Es como abrir las páginas de un día apocalíptico  y ver entre balcones a padres e hijos, que con prisa y entusiasmo, se preparan para caminar como penitentes, al paso del Nazareno acompañado de su Santísima Madre.       Es ver entre lanzas y aves del paraíso, tapasoles y madrileñas, el sacrificio del Hijo de Dios, para la redención del mundo.

----------------------  La Ciudad está de luto…   alrededor de las tres de la tarde el color morado se transforma en negro.     A lo lejos  se escucha el eco del tambor que anuncia el paso del Santo Entierro.     Entre la melancolía de la Plaza Mayor rodeada de luces de esperanza, se dejan escuchar cánticos de arrepentimiento y de dolor.

Al día siguiente,   dos miradas de ternura maternal se unen.    Dos miradas de esperanza,   nos hacen confiar en la promesa de la resurrección.   Dos miradas silenciosas y sollozantes nos recuerdan el sacrificio del más grande y verdadero amor.

-------------------  es Domingo muy temprano, las campanas renacen nuevamente con su sonido matinal…   atrás quedó el eco de las marchas fúnebres…   atrás ha quedado el dolor…   ¡Cristo ha Resucitado!.        En el Templo de San Pedro, entre sonidos de tambores y panderos, entre cánticos de alegría y el bullicio de cohetillos, la imagen de Cristo Resucitado, hermosa y resplandeciente, recorre  triunfalmente la Ciudad.

------------------  Las túnicas se pliegan con nostalgia, las calles empedradas solitarias y desoladas quedan…    Santiago Apóstol desde el cerro de La Cruz espera que de las fuentes de la ciudad,  brote nuevamente, la centenaria tradición que hace eterna,   a la Ciudad Patrimonio Cultural de La Humanidad…