TRADICIONES CUARESMALES QUE SE RESISTEN A MORIR

  Por Floridalma de Gaytán

Las antigua costumbres y tradiciones de esta ancestral ciudad, parece que quisieran emprender un viaje sin retorno…

Cada vez que se avisora la llegada de la Cuaresma y Semana Santa, más de algún pecho antigüeño exhala un suspiro de nostalgia por los tiempos idos.  Posiblemente para los escépticos esto podría parecer cursi o trivial, sin embargo para el antigüeño de corazón, constituye una lucha por rescatar las raíces de su identidad.  Don Pepe Milla decía: “lo que yo no encuentro en ninguna parte, por más que lo busco, es lo que ha de ocupar el vacío que deja lo que se pierde”.  Estas palabras cobran vigencia en los tiempos actuales, constituyendo una catarsis ante un cúmulo de sentimientos encontrados.

 

Como se extraña la devoción y el recogimiento de las conmemoraciones cuaresmales que han sido “sorprendidas” por el bullicio de una feria con sabor a consumismo, la comercialización de algunos cortejos procesionales, han roto con la tradición antigüeña cuaresmal de estandarizar las cuotas para los hermanos y hermanas cargadores.

Aquellas vigilias que inician Jueves Santo en donde familiares y amigos se reúnen para confeccionar “alfombras” que han sido “asaltadas” por música estridente y algunas actitudes incoherentes con el objetivo de esa ofrenda artesanal.  Como escasean las alfombras típicamente antigüeñas de aserrín teñido con vivos colores o de fragantes flores, pino y corozo, las cuales han sido sustituidas por “pequeños teatros” que desvirtúan su sentido, poniendo al mismo tiempo en peligro la integridad física de los penitentes.

 

La comodidad o la indiferencia han robado la magia nocturna de las filas de cucuruchos, que se engalanaban con las luces de las “linternas”… hoy constituyen solo un recuerdo, aunque hay hermandades que luchen por mantener viva la tradición.  Como se extrañan también las “lanzas” en la procesión mercedaria de Viernes Santo, que han sido sello inconfundible de ese cortejo ante los ojos del mundo…

 

Ya se empieza a extrañar la uniformidad de los hermanos cargadores; cada vez es menos frecuente el uso de capirotes y guantes.  El paso de los penitentes se pierde entre calzado de diferentes colores, en una anacrónica combinación del morado o negro de las túnicas procesionales…  Como se extraña la propiedad de la vestimenta femenina en los cortejos de la Santísima Virgen María, la moda dezpalzó al recato, y el silencio se transformó en pláticas y risas banales.

 

En los recuerdos de la niñez quedó grabado el grave sonido de las matracas, ya son pocos los templos y los heladeros que las hacen sonar en señal de solidaridad con el Cristo doliente.  El aroma ritual del incienso se ha visto transformado en una tortura para los sentidos, parece que la incoherencia de algunos incensantes se alimenta quemando algunos materiales irritantes que rompen la solemnidad de los cortejos procesionales, lesionando la salud de los fieles.

 

En fin, hay muchas páginas tradicionales que aparentemente “pasaron de moda”, sin embargo estas reflexiones no tienen la intención de presentar un panorama desalentador o un cerrar las puertas al progreso, más bien, es un recordatorio de que el pueblo antigüeño es depositario de una herencia espiritual encarnada en el arte y la cultura de esta ciudad, que debe preservarse con responsabilidad ante la iglesia católica y la historia.

 

En la medida que las hermandades de pasión difundan la fe mediante las catequesis procesionales, libres de la tentación de competir; en la medida que hermanos y hermanas cargadores decidan participar en los cortejos procesionales, observando las normas pertinentes; en la medida que todos dimensionen el privilegio de vivir en esta tierra bendita de Dios en que la espiritualidad se respira en los cuatro puntos cardinales, las tradiciones cuaresmales de la legendaria Antigua Guatemala, volverán a tener la espiritualidad, el brillo y el valor que han atraído a propios y extraños.